
Sobre la arena nadie.
Nadie sobre las olas.
El faro de salitre
pasaba ya sus hojas.
El mar, a lentos golpes,
borrabas los perfiles
y quitaba las huellas
diluyendo los límites.
La playa estaba sola:
ni penas, ni alegrias,
y la tarde muriendose
sobre la barandilla.
Sobre la barandillas
rectas en lineas puras,
sin brazos y sin piernas
que quiebren su hermosura.
Las olas saltarinas
con vocacion de comba,
niñas sin pauta fija
destrezaban las rocas.
La luz no se evadia
saltando el horizonte:
se dormia en el aire
esperando la noche.
Y Piquío, el Casino
y el Hotel: fijas sombras
pintadas sobre el verde
crepúsculo en penumbra.
Nadie sobre las olas.
El faro de salitre
pasaba ya sus hojas.
El mar, a lentos golpes,
borrabas los perfiles
y quitaba las huellas
diluyendo los límites.
La playa estaba sola:
ni penas, ni alegrias,
y la tarde muriendose
sobre la barandilla.
Sobre la barandillas
rectas en lineas puras,
sin brazos y sin piernas
que quiebren su hermosura.
Las olas saltarinas
con vocacion de comba,
niñas sin pauta fija
destrezaban las rocas.
La luz no se evadia
saltando el horizonte:
se dormia en el aire
esperando la noche.
Y Piquío, el Casino
y el Hotel: fijas sombras
pintadas sobre el verde
crepúsculo en penumbra.
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